Judith Gómez Bas

Por Ariel Cortes (Nota año 2006)

La reconocida poeta, escritora, periodista y activista barrial compartió con nosotros algunas de las miles de anécdotas que atesoro durante los 78 años que lleva vividos en El Pueblito. Desde cuando le compraba leche a una muchacha que pasaba, con una vaca, ofreciendo casa por casa leche recién ordeñada hasta el reconocimiento a nivel nacional que le llego de la mano del ultimo disco de Adriana Varela.


Cada vez que escribe, el periodista o en ultima instancia el director del medio, buscan un titulo que sea ingenioso, atrayente, que resuma en un par de palabras el contenido de la nota pero que sobre todo incentive al lector a conocer el contenido de ese trabajo. En algunos casos el tema o la personalidad a tratar son tan ricos y significativos que bastan por si mismos para generar interés e invitar a la lectura.
Este es el caso de Judith Gómez Bas “una joven” de 91 años, que llegó a El Pueblito en 1928, tan solo cuatro años después de que estos terrenos dejaran de ser potreros con la construcción de las primeras casas. Antes cuando todo esto era un baldío, la calzada de la avenida Pavón, lucía angosta y en el centro estaba la plazoleta por donde circulaban los tranvías. El tránsito (carretas y caballos) pasaba en sentido contrario al de ahora, pues los conductores llevaban el látigo en la mano derecha y eso podía resultar peligroso para los peatones si los carros circulaban como hoy en día con las veredas a la derecha cuenta Judith. Dice también que por la noches por la Avenida Pavón, que entonces se conocía como Camino a Cañuelas, hombres a caballo y perros amaestrados, conducían el ganado que llegaba de a pie al frigorífico La Negra. Los terrenos eran propiedad de la señora Domitila Piñeiro. Atraídos por la oferta de trabajo existente en la gran cantidad saladeros, frigoríficos e industrias que poblaban Piñeiro, El Pueblito rápidamente se fue llenando de familias inmigrantes, la mayoría españoles y armenios. Tal es así que según cuenta Judith en 1930 se funda en la calle Arredondo la Escuela Armenia de Piñeiro, con el fin de mantener las tradiciones de esta comunidad proveniente del centro de Asia.

Habrá que usar un poco la imaginación para intentar imaginarse como se veía el barrio por aquellos tiempos: La única callen empedrada era Cordero, el resto eran todas de tierra y en la calle Arredondo había un arroyuelo. Por las noches el croar de sapos y ranas flotaba en el aire aporta la ilustre vecina. En esos primeros tiempos El Pueblito estaba dividido a su vez en dos barrios Dardo Rocha que iba desde Cordero hasta Mansilla y Ayersa que ocupaba el espacio comprendido entre Mansilla y Agüero. Cuenta Judith que entre los jóvenes de ambos barrios existía una gran rivalidad que se saldaba en duros partidos de fútbol. Por las calles circulaban trabajadores de oficios ya extinguidos como el aguatero y lechero que llegaba en un carro con caballos y por las tardes Judith recuerda que llegaba al barrio una joven con una vaca y esta era ordeñaba en la puerta mismo de aquel vecino que quisiera comprar leche fresca. En las calle no había luz y en las casas se alumbraban con lámparas de kerosene. Los jóvenes iban a los bailes que se realizaban en el club Sol de Mayo y según cuenta Judith la mayoría de las parejas del barrio se conocieron en aquellos recordados bailes.

Judith dice que siente que los tiempos han cambiado y mucho. Recuerda que antes la gente nunca cerraba la puerta de la calle y que todos buscaban unirse y participar en clubes, sociedades de fomento o asociaciones barriales. Entre ellos nombra al que para ella fue el impulsor más importante de un montón de mejoras para el barrio, Francisco Ducca. Dice Judith que la llegada de la televisión fue lo que genero la mayoría de los cambios: Al tener en su propia casa la opción de entretenerse lamentablemente la gente dejó de juntarse y de salir al barrio. Sin embargo ella nunca dejo de hacerlo desde los 17 años cuando daba cursos de corte y confección junto a su hermana en la Unión Vecinal de Fomento de Piñeiro hasta el día de hoy cuando a los 91 años sigue participando activamente en la Comisión Directiva de la Sociedad de Fomento Presidente Avellaneda.

Judith Gomez Bas comenzó a escribir en el año 1945 en Uruguay, país donde vivió 5 años, en el periódico Frontera. Alrededor de 25 años más tarde empieza a colaborador en el diario La Ciudad de Avellaneda. Sus comienzos en la poesía, el ensayo, el cuento y otros géneros literarios se remontan al año 1985. A partir de esa fecha ha publicado varios libros que han recibido diversos premios y reconocimientos. Algunos de los más destacados son Barrio por dentro, Ventanal a tres tiempos y Voces femeninas. Ha dictado cursos y talleres de escritura, pertenece al Circulo de Poetas de la Academia Porteña del Lunfardo y es vicepresidenta de la Sociedad de Fomento Presidente Avellaneda. En 2003 recibió la medalla al mérito cultural otorgada por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires.

Mi barrio es poesía Por Judith Gómez Bas

Lo vi nacer. Fue en los años de mi infancia. Cuando en medio de la Avenida Pavón, la plazoleta era recorrida por gigantescos tranvías. Al amanecer y a las cinco de la tarde, el pitar estridente de las fábricas acicatea el paso de  los obreros y por la noche cuando todo parece quedar en calma, irrumpe la tropa. Hombres a caballo y perros amaestrados cuidan el orden. Es el ganado que, de a pie, llega al frigorífico La Negra.

   En la esquina de Pavón y Agüero comienza el baldío. En ese trecho a los reseros les resulta imposible controlar la hacienda desparramada por el potrero.

   Un día de octubre de 1924, banderas rojas anuncian el remate. Los hermanos Fiorito fraccionan el lugar en 18 manzanas, dando así nacimiento al pequeño barrio conocido como El Pueblito.

   Los primeros pobladores construyen sus casas de madera, pero fuertes y sólidas, con su jardín al frente y floridas macetas.

   “Ah…callecita humilde de las paredes bajas con macetas luciendo un florido malvón, almacén de la esquina con el vino y barajas con Gardel en el aire y el azul de su voz”.

   El barrio crece. Un grupo oriundo de Medio Oriente se nuclea en el lugar y, preocupados por mantener sus costumbres y su idioma, compran un lote en Arredondo 140 y en el año 1930 inaugura la Escuela Armenia que llega a tomar 70 alumnos.

   Cada vez se va edificando más cerca de Pavón. Ahora las viviendas son más elegantes y confortables. Los vecinos, al anochecer, sacan las sillas a las veredas para charlar sobre los sucesos del día. Las calles todavía no están asfaltadas y de las zanjas surge el croar de las ranas. 

   “Cantar de sapo y luna bordeando la vereda el barro que dibuja la suela del botín, suena un grillo insolente en la noche serena en monocorde nota de sonoro sinfín”.

   Por la tarde, un tintineo de campanas nos avisa que llegan las vacas. Las niñas temerosas interrumpen sus juegos. Las señoras salen a comprar la leche recién ordeñada. El líquido tibio y  espumoso desborda por el jarro de estaño.

   Los varones disputan los partidos de fútbol en la calle. Pero los chicos crecen y se agrupan para formar equipos. Nacen entonces los clubes sociales Sol de Mayo, Ayerza, Cordero y El Fortín.

   Un Grupo de vecinos, entre los que se encuentra Don Francisco Duca, forman la Unión Vecinal de Fomento. Esta Institución transforma al barrio. Artistas de cine, teatro y radio colaboran con su aporte y no es extraño encontrarse con azucena Maizani, Fernando Ochoa, Mercedes Simone, etc. Francisco Duca fue un hombre comprometido con el quehacer de la zona. Emprendedor, seductor, carismático, volcó su entusiasmo en el mejoramiento educativo de la población.

   Un 24 de junio el tren, como una oruga gigante, se encuentra tumbado a un costado de la vía. Luego, por la radio, una noticia insólita: ¡Muere Gardel!

   “Yo te quise Carlitos, como todas amé tu voz, tu pinta, la mirada, la magia de tu canto, la callada secreta adoración que nos arroba”.

   Aquella fría noche, los durmientes que se desprendieron por el descarrilamiento fueron los leños que ardieron en la fogata de aquel inolvidable San Juan.

   “Volará en un silbido una cometa hacia el cielo y un sucio fogonero repondrá su carbón…”

   Este pequeño reducto, con sus viejos árboles, sus luces de mercurio, su cercanía con los Shoppings, sigue llamándose y conservando la poesía de ¡El Pueblito!

Shopping

Ese habitante oscuro

Que en busca de trabajo

Va gastando la vida.

Que guarda en su bolsillo

Ausencia de monedas

Y una bronca encendida

Despertó en la mañana

Con los puños cerrados

Y la inocencia rota

Porque frente a su angustia

Levantaron un shopping

Que fascina y provoca

Con la sangre en los poros

Masticando impotencia

Con el hambre golpeando

En su boca salobre

Ante tanta opulencia

Se sentirá más pobre

Cara y Pela

¡Pobre barrio ya fuiste¡

Con el sauce llorando en la vereda

Con la barra sabihonda de la esquina

Y en la sapie mistonga, la catrera.

Se borraron matungos y tranvías

No hay gavión, ni cafiolos con sus grelas

Ya no escupe su tisis la percanta

Ni empilcha de percal la fabriquera.

Del boliche piantaron el estaño

Junto al chamuyo agrio del curdela

En l´oscuro no hay chorros de gallinas

Con el hambre colgando de una estrella

Rioba de ayer que de pebeta anduve

Pateando fango por la yeca vieja

Hoy se curten los pendex en la disco

Y en vez de guita manejas tarjeta

Lucís shoppings, falopa, trolos, coimas,

Minitas flacas, anorexia, sida

Es trucha la moral o está podrida,

Pero no desmayés, que en tu sabiola

De barrio chato que se va pa´ arriba

Estás rebien, lo sé, aunque me digas

Cortala con tu verso y no me jodas.

El Colectivo

Te vi nacer de purreta

Iba a la escuela primaria

Con el libro de lectura

Y el cuaderno Rivadavia

Dabas tumbos como un curda

Por la Avenida Pavón

Y un pingo con anteojeras

Tiraba de un carretón.

A la orilla de una esquina

Una piba fabriquera

Se mete en tu madriguera

Como en lata de sardinas.}

El chofer que te maneja

Da boleto de diez guitas

Nos juna por el espejo

Ve que no hay lugar y grita:

¡un paso más adelante¡

Y seguís lo más campante.

Desplazaste a aquel tranvía

Con el motorman de gris

Y cuando vas y venís

Llevando a los laburantes

Yo me acuerdo del instante

}en el que vi tu silueta

Entrar por la mente inquieta

De aquel pasado distante.

Chau

Vos, sos un tipo piola.

Yo una mina

Que se pasa yugando todo el día

Y que cose,

Puntada tras puntada

En el lungo vestido de la vida

Como Buda,

Que esperó bajo la higuera,

Yo chapo con paciencia latijera

Y corto el dobladillo

A la existencia

Cuando el de las alturas

Se rechifle

Y entre en la dimensión desconocida

Un incienso tendré por despedida

Y volaré en el globo de su chicle

Entonces dire ¡chau¡

Y, aunque te quiera,

Esperame sentado

Pero afuera.