EMPANADAS AL PASO EN AVENIDA GALICIA

Las empanadas que produce Carlos Magallanes en la intersección de las esquinas de las avenidas Galicia y Rivadavia ya son un clásico de la zona. La historia de un emprendimiento familiar que día a día es un ejemplo de trabajo. Carlos Magallanes tiene 28 años y desde hace 13 trabaja en una de las principales esquinas de la localidad de Piñeiro. Con su carro de empanadas es ya parte de la identidad barrial en la intersección de las avenidas Rivadavia y Galicia. “No lo digo yo, pero mis clientes dicen que son las mejores empanadas, pero yo ya no las como porque no les encuentro la gracia”, asegura con una sonrisa y modestia Magallanes. “Lo más difícil que es el relleno lo hace mi abuela”, cuenta Carlos, quien a los quince años y tras la muerte de su abuelo, el sostén de la familia, dio sus primeros pasos en la venta familiar y callejera de empanadas de carne y jamón y queso”. Comenzaron con lo que pudieron, un tablón y una freidora, pero en la actualidad tienen dos prolijos y modestos puestos en la zona de Piñeiro. “Arranco a la mañana armando los puestos y después ya empiezo a armar las empanadas, más de veinte docenas por día”, describe. Una empanada por doce pesos, cuatro por cuarenta y una docena por cien son junto a la calidad las claves para que el emprendimiento sea sustentable. “La clientela varía según los días, durante la semana se acercan los trabajadores de las fábricas y comercios de la zona que con cuarenta pesos pueden almorzar unas empanadas calientes y los sábados compran los vecinos que no tienen ganas de cocinar y se llevan una docena para compartir con la familia”, analiza Magallanes y agrega: “nunca tuve una queja, siempre trabajo con materias primas frescas”. El clima es el principal problema que tienen las ventas en la calle. “Los perores días son los de frío y la lluvia, en esos días se vende mucho menos”, dice Magallanes. El verano bajo los rayos del sol tampoco es un buen aliado para cocinar en un puesto hecho de chapa. “Aunque parezca mentira no me veo haciendo otra cosa, me gusta lo que hago”, indica.

El barrio, el cambio “Esta es una buena esquina, hay mucho tránsito de gente, fábricas en los alrededores, es un lugar estratégico”, cuenta. Es normal pensar que a los comerciantes no les agrade la existencia de vendedores callejeros en la zona, sin embargo, Magallanes afirma que se “lleva muy bien con los comerciantes vecinos, incluso los muchachos de la pizzería de Darío me compran empanadas”. “Ahora noto que hay menos plata en la calle, en el último año se marcó mucho esa diferencia, hay mucho menos movimiento en la avenida Galicia”, comenta Magallanes. La construcción de nuevos edificios atrajo también más gente a vivir. “Hay más vecinos en la zona, pero hay menos gente caminando por Galicia”, agrega. “La gente está muy susceptible últimamente, por eso prefiero no hablar de política, pero para mí el cambio es una mala palabra porque para mí fue para peor”, dice Carlos. “Hace poco un cliente me hizo un comentario sobre la plata que se había robado Cristina y yo a modo de chiste pregunté por Macri, el tipo se enojó, me dijo que yo era kirchnerista y que me metiera las empanadas en el traste. Me dejó con las empanadas en la mano”, recuerda. Con lógica comercial, Magallanes sostiene que le gusta hablar de política con quien se puede pero en este momento prefiere “cuidar el negocio”. La entrevista es interrumpida permanentemente por los vecinos que pasan y saludan o encargan empanadas para el fin de semana. “Me llevo bien con todos los vecinos pero sobre todo con los comerciantes cercanos, siempre conversamos con los muchachos del puesto de diarios y de la casa de electrodomésticos, nos hacemos compañía”, destaca Magallanes. “Yo ya soy parte de la avenida, acá está lleno de personajes, buenos y malos”, afirma Magallanes. En Rivadavia y Galicia confluyen cinco esquinas que hacen que el tráfico de vehículos sea un poco más complejo que en otros lugares. “Acá nadie respeta, ni los peatones ni los conductores, hay muchos accidentes, frenadas y puteadas todos los días. Los colectivos no respetan nada, pero nunca hay agentes de tránsito como para mejorar la situación”, explica Magallanes.

Nota realizada en julio de 2017