Una huerta barrial

Sembrando Soberanía es una huerta urbana y comunitaria que funciona los viernes y sábado por la tarde en las vías del ferrocarril, del otro lado de la plaza Marcelino Ugarte.

Barrio de Piñeiro. Sábado 30 de Marzo. Son alrededor de las 4 de la tarde. Atravieso la plaza Marcelino Ugarte en dirección a las vías. Voy en bicicleta sintiendo el calor del sol. El pronóstico del día anuncia 29 grados de temperatura, algo ya no tan inusual para un otoño porteño. Es la era de los climas extremos que anuncian por los medios masivos. Al atravesar la plaza en dirección a la institución Pelota de Trapo, me encuentro con las vías. Ese punto “muerto” en donde solo pasan el tren de carga y algunos vecinos, sirve para conectar, a su paso, Rivadavia y sus adyacencias. Pero aquello de “muerto” es tan solo una apariencia. Si, siguiendo el recorrido que lleva el relator, al cruzar las vías caminamos por un sendero improvisado, paralelo a las vías, en dirección a la avenida Pavón (para los nostálgicos), nos encontraremos, detrás de una autóctona y vetusta vegetación en la que se detectan entre otras plantas, cañas y zarzamoras, la huerta comunitaria “sembrando soberanía”.Este proyecto que nació en 2017, es parte de los Puntos Culturales de la Municipalidad de Avellaneda. Se brinda y ofrece a la comunidad a través del Centro Cultural Carlino, en su sede de la avenida Galicia. Entre mates y hortalizas, lechugas, acelgas, un estanque, aromáticas y flores, un fogón y la sombra de unos árboles, un grupo de vecinos y vecinas trabaja y aprende sobre este arte milenario tan importante y fundamental para el pasado, presente y futuro de la humanidad y el planeta.Al acercarnos al lugar y luego de observar el trabajo realizado en parte de la jornada, entrevistamos a Fernanda Birman, coordinadora y tallerista de este proyecto de huerta comunitaria y urbana. “Este es un taller que ofrece la secretaria de Cultura de Avellaneda a través de los punto culturales, es un taller de huerta orgánica o agro- ecológica. Sin embargo cuando le pusimos el nombre “sembrando soberanía” estábamos convencidos de que este proyecto debía transformarse en una huerta comunitaria”, cuenta Fernanda.Sobre los inicios y el nombre de la huerta hay historia. “Comenzamos un 17 de octubre de 2017 (cánticos, risas), día de la lealtad y el nombre de la huerta no es casual”, aclara. “Nos encontramos con muchos escombros, malezas, era un lugar que no era transitable ni habitable. Empezamos a trabajar con bastante desazón y de a poco fuimos ganando espacio y confianza con vecinos y vecinas”, agrega la tallerista. “Al comienzo hubo resquemor y desconfianza, los pibes querían para el lugar una cancha de fútbol , y los vecinos no sabían bien nuestras intenciones, nosotros pensamos que estaba bien y por eso separamos los espacios para que convivan. La confianza llegó y se fue respetando cada vez más el lugar. Ya no se tiraba más basura. La gente empezó a entender que nosotros veníamos a mejorar y habitar el lugar. Ahora la gente nos ve llegar con la carretilla y sabe quiénes somos”, relata Fernanda sobre la relación con el vecindario.Unos diez vecinos escuchan atentamente las enseñanzas de Fernanda. “Las flores atraen a los bichos que comen los cultivos. Las plantas aromáticas los repelen (…) cualquiera de las dos son formas correctas en el control de plagas de manera orgánica”, explica a los participantes.“Hoy les vecines pueden llevarse alguna verdura, algún fruto”, dice Fernanda. Ejemplo de ello es Stella Maris Ojeda, que es vecina hace más de 13 años del barrio, y hoy participa en la huerta. Ella es cooperativista. De alguna manera, al estar ahí, puede a través de la huerta, transitar de manera menos traumática, los difíciles momentos del bolsillo y de la cabeza de los laburantes. “Intentamos este año con la ayuda del INTA y de todes quienes integramos la huerta, hacerla más productiva y poder ayudar a algunos vecinos que lo necesiten”, sostiene Fernanda. Es que cada vez son más los vecinos que sufren la crisis. “Con el gobierno actual, nosotros, nuestras familias nos topamos en que todos estamos iguales. En un principio una capacitación, un taller empezó a encontrar otro sentido, más social. Es parte de la salida a la crisis Por qué no poder llevarnos la acelga, el tomate, el repollo, el zapallo de acá y no comprarlos en la verdulería?”, se pregunta Ojeda.La tarde cae sobre las vías. Los vecinos hacen rueda detrás de un mate para charlar y terminar la jornada. “Está el proyecto de arbolar con plantas nativas de la zona”, comenta Fernanda. “Acá en Avellaneda la reserva tiene muchas plantas nativas. Nos pusimos a investigar un poco. Algarrobo, ceibo, cina cina, pezuña de vaca, espinillo, timbó, tenemos sembrados acá son muy chiquititos. Estamos trabajando con el INTA. Están dando unos talleres en este espacio. Además nos facilitan algunos insumos” , relata Birman.Por último nos vamos pensando en esto que nos dice Fernanda, “Esto no se puede hacer solo. Si no se es un grupo de trabajo esto no podes hacerlo. La huerta es comunitaria, necesariamente colectiva. Hice cosas de manera individual y no me fue bien. Estos trabajos son en grupo”, sentencia Fernanda.

Por Juan Martín Goicoechea