UNA HISTORIA DEL CINE MONUMENTAL

Por Fabio Magneschi

En la década del 40`, nació como un galpón de maderas y chapas, destinado más que nada a los “8 grandes bailes 8” de carnaval, un poco más tarde se iniciaron las proyecciones cinematográficas; su apogeo fue en el 50´ cuando lo conocí a través del revólver humeante empuñado por Gary Cooper personificando a un majestuoso “Llanero”; quedaba donde hoy es el Banco de la Provincia de Buenos Aires, avenida Galicia casi esquina Cabildo (ex Pilcomayo), justito al lado del Café Orión, su primo hermano, se llamaba Cine Monumental y en realidad lo era.

Sobre piso de pinotea repiqueteaban los tacones de las pebetas fatales y diqueras acompañadas por algún filito durante las tardes de continuado. Jamás fue un cine por secciones, comenzaba a las dos de la tarde y finalizaba con la película de fondo a las doce de la noche; su programación era generalmente de películas norteamericanas; excepcionalmente una vez al año, en su recordatorio se proyectaban tres de Carlitos Gardel, siempre Cuesta Abajo, Luces de Buenos Aires y Tango Bar. En esa época los sábados por la noche y los domingos a la tarde, Avenida Galicia era una fiesta; las parejas se daban cita en el hall del Cine mientras que familias enteras esperaban ansiosas en la cola para disfrutar de los largos y sensuales besos de Alan Lad y Verónica Lake; todo en su conjunto era una policromía que ya quedó en el olvido de un barrio pujante que ya no existe. Entre el ulular del turno noche de las sirenas de las fábricas (hoy silenciosas), los pibes de aquellos tiempos se deleitaban con Tom Mix y Risitas, sin olvidarse del Gordo y el Flaco; esperando ansiosos la voluptuosa danza de Ginger y Fred en Bailando Nace el Amor…

Recuerdo que no deben quedar en el olvido; como olvidar la centellante melena de Rita Hayworth mientras cantaba Verde Luna tratando de seducir a un joven Juan Gallardo-Tyrone Power en Sangre y Arena. Los días miércoles estaban dedicados a todas las damas y damitas y la entrada costaba 0,80 centavos. La programación era reponer filmes que en su oportunidad habían tenido éxito; de jueves a domingo se proyectaban dos películas, la primera no tan buena; la segunda era generalmente la que interesaba; después de 1954 se comenzaron a estrenar filmes simultáneamente con el centro, los lunes descanso y los martes con 0,75 centavos se podía disfrutar tres excelentes películas de aventuras. Tres de los acontecimientos más importantes que tuvo el Cine Monumental a lo largo de su vida, ocurrieron en las décadas del 50´/60¨; en el año 1954 fue la proyección de filmes en el sistema tridimensional, Museo de Cera y el Fantasma de Rue Morgue: donde cada espectador había recibido al entrar a la sala un par de anteojos especiales, los que debían ser devueltos a la salida, estos hacían que el filme nos diera un sentido de relieve. No tuvo éxito debido que cada proyección revestía varios inconvenientes: entrega de anteojos, desinfección en cada sección, etcétera. El segundo evento fue la instalación de una pantalla panorámica (primera novedad en la zona, rezaba el cartel publicitario en la marquesina del cine) estrenando Mogambo con Ava Gadner y Clark Gable. Tampoco tuvo éxito. La tercera y de gran aceptación fue la pantalla del sistema Cinemascope con sonido estereofónico con el estreno de El Manto Sagrado; ya estrenada en su oportunidad en el Cine Brodway. La historia en sí era una banalidad, pero el efecto de la pantalla como primera impresión dio resultado hasta que el espectador se habituaba a la misma. Se sucedieron así un sin fin de filmes en este sistema, de los cuales se podría resumir como buen cine. Al Este del Paraíso, una versión libre del best seller de Steimbeck solamente fue importante por el debut de James Dean. Cuando el filme vale no tiene importancia el ancho de la pantalla o el color o el blanco y negro; todas estas pantallas y sistemas fueron ideados para combatir a la TV y tratar de rescatar espectadores; pero las aguas igualmente continuaron su curso.

A partir de los años 60´ el Cine Monumental al igual que otros de la zona, comenzó su declinación. Primero la escasez de público, luego la decadencia interna de la sala, el mal sonido y la poca gana de ofrecer un tipo de cine, el cual ya había dejado de ilusionarnos. El público amante del buen cine ya se había instalado en aquellos pequeños cines-arte que habían nacido a la sombra de aquellos cines faraónicos que iban desapareciendo o transformándose; donde había uno se transformaban en tres o cuatro; otros morían. Para entretenimiento bastaba con la TV. Un día, el Cine Monumental ya no abrió sus puertas, quedó un tiempo cerrado, para luego transformarse en un Banco de la Provincia de Buenos Aires, pero aún hoy, cuando de vez en cuando tengo que realizar algún trámite en la mencionada entidad, siempre al entrar escucho dentro mío el tip-tap de Ginger y Fred.