LA CANCHITA DEL ROCA

Por Dante Rodríguez
Para los vecinos nativos de Piñeyro, era: “La Canchita Roca”, un predio al costado de las vías del ferrocarril, un lugar encajonado por el terraplén, la calle Martinica, el paredón de la fabrica Conen y un sendero de tierra que unía las calles Rioja y Arauz. Algunos bromeábamos rebautizándola, con muchos nombres por los cascotes que en ella florecían, en lugar del césped, que nos hubiera protegido las rodillas, manos y otras partes del cuerpo, sacrificadas en aras de la competencia y el desafío de ser los mejores en el futbol de potrero que allí se practicaba.
Caminando por la vía que la limitaba, se podía llegar hasta las canchas de Independiente y de Racing a solo 900 y 1000 metros de distancia, había sido en ese lugar donde se había filmado la película “Pelota de Trapo”, nombre que con el tiempo y la revaloración que hicieron los nuevos vecinos, fue adoptando nuestra canchita.
Su nombre no era tan importante como lo que representaba, por ser un ámbito casi privado de los pibes del barrio, que como en procesión todas las tardes después del colegio llegaban para un picado, quizás preparatorio del partido del sábado o para un desafío no más. Sin olvidar a quienes preferían las artes militares y aprovechando la topografía de terraplenes del ferrocarril, se posicionaban como ejércitos y combatían con munición de los Plátanos, disparada con gomera para que con un: “ – hay…” se diera por muerto al enemigo.
Nos íbamos reuniendo en una de las esquinas donde estaba la garita de los cambios de vía, era una especie de cuartito de chapa de hierro oxidado, sobre una plataforma de madera dura que servia como pulpito, para que dos de los capitanes formaran los equipos de futbol, como no siempre éramos los mismos por motivo de altas o bajas, se daba una selección totalmente arbitraria e interesada de los equipos, en un clima de gritos, discusiones y reproches siempre alguno quedaba herido en su amor propio y rezongando ocupaba el puesto de arquero o se iba al banco, claro que no faltaban las bromas en un clima de camaradería y complicidad donde nos llamábamos por motes, apodos o diminutivos, recordándonos el grito de alguna madre cuando nos llamaba para la merienda: “– Ricardito a tomar la lecheeee…”
Y así nos reconocíamos y fundiéndonos como en una tribu, un clan, una hermandad: “Los Cara Antigua”, “Los monitos”, “Garrincha”, “Manzanita”, “Pincel”, “Ponona”, “Palito”, “Huguito”, “Julito”, “Periquita”, “Leche” una larga lista, que nombrar seria casi imposible. El terraplén a un lado servia como tribuna y allí se ubicaba la hinchada y el recambio o el banco de suplentes, siempre había lugar para todos porque todos jugaban, hasta los mas pata-dura.
A la distancia se agrupan los recuerdos de campeonatos y cracks del potrero que luego destacaron en clubes como: Peñarol de la Mosca, El Porvenir, Racing o Independiente de Avellaneda. Un recuerdo especial para Huguito de nuestra edad pero un grande como persona y un crack en la cancha que nos alentaba a los mas rezagados con la pelota, talvez porque en esta canchita, hoy la “Canchita de Pelota de Trapo”, se acrisolaban habilidades, virtudes y defectos como en una familia, quizás de ahí el termino “hermano” con que algunos todavía nos llamamos…
Foto año 2008