LOS ORÍGENES DE LA MOSCA

La calle Pavón, vía de comunicación obligada del comercio de otros tiempos, canal de vida por el cual la corriente sanguínea del progreso iba marcando su ruta hacia el porvenir, era el lazo de unión entre la zona sud de la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. Los antiguos vehículos del pasado histórico: carretas, chasques, diligencias, tenían en la calle Pavón el camino real que los conducía más allá del Riachuelo a los puntos apartados de la provincia.


Tortuosa franja de fango, baches y bañados surcada por las huellas profundas de las carretas, amasa a pezuña por las patas nervudas de los bueyes robustos, salpicada por los cascos inquietos de los caballos criollos, era en sí una promesa del porvenir. A sus márgenes, cual si fuera a las márgenes sagradas de un Ganges mítico, fue creándose lentamente la vida. A sus orillas, cual si fueran las orillas de aquel legendario gueto romano fue naciendo una industria y un comercio que habría de ser en una mañana que es hoy, la piedra angular del comercio y la industria de nuestra provincia. Y es precisamente en esta recordación de un pasado lejano que muy pocos podrán recordar que queremos significar toda la importancia que tendría esta tortuosa vía de comunicación, que sólo tenía cual oasis reparadores de la fatigas que causaba su tránsito, las escasas pulperías que ofrecían al viajero, el corazón caliente de un mate, la energía vital de un sabroso churrasco, o el calor abrazador de un sorbo de ginebra. A la sombra de las enramadas camperas, claveteadas por los palenques en que hacían sonar las coscojas los matungos reseros, más de una guitarra criolla dejó oír el tono triste de sus notas, acompañando la lánguida canción amatoria o el relato de los fragmentos de historia que nuestros abuelos aprendían de memoria al calor del fogón ya que el calor del aula escolar era aún desconocido para ellos, La muerte de Lavalle, la caída del tirano, la valiente acción de Urquiza, y otras páginas auténticas de nuestra historia eran rememoradas en las canciones improvisadas al margen de un rodeo forzado, de un descanso inesperado o de un simple acercamiento al boliche, punto único de reunión de la población de aquel entonces.
A cada trecho, corto o largo, según lo accidentado del camino, se elevaba uno de estos ranchos paisanos, en los que la clara visión de algún gringo, sabía iniciar con los albores de un comercio de ramos generales, el futuro desgranarse de las mercaderías en torrente jamás imaginado por los propios nativos del lugar.
Así, al acorde de las actividades de la época, surgió cualquier día, eso no interesa ya, el primer boliche de este lugar. Lo fundara, vamos a decir así, no por su importancia de hoy, sino por la importancia de aquel entonces, pues podía ser muy bien que el boliche en cuestión no fuera creado en ese lugar y entonces La Mosca estaría más distante o mas cercana, pero no estaría donde está actualmente; lo fundara, repetimos, un personaje casi olvidado ya, Don Domingo, vasco enérgico a quien habíasele dado en llamar Mandúa, y que según se asegura, tuvo final trágico. Lo que fuera en sus comienzos la pulpería de La Mosca, se le debe a este ilustre desconocido, cuya desaparición inesperada dejó un hondo vacío por cuanto la gente se había acostumbrado ya a detenerse en esee lugar.
Las tierras en que estuviera instalada la pulpería de Mandúa, pertenecían en su vasta extensión a Don Pedro Sansat, vasco también y animoso propulsor del progreso en nuestro país, el cual tenía un sobrino del mismo nombre que vendría a ser luego el iniciador del comercio en la localidad. En efecto, Don Pedro Sansat, allá por el año 1853, se instaló en lo que luego vendría a ser la esquina de Avenida Galicia y Pavón, con un comercio de ramos generales y fonda. Allí trajo a su familia, allí instaló su hogar, y allí se dispuso a trabajar para elaborar el bienestar de los suyos.
En un comentario periodístico, refiriéndose al boliche del vasco Sansat, dice un señor Hector J. Romero: «El Rancho, con pretensiones de casa y actualmente desaparecido, era cuadrado, de techo bajo, con gruesas vigas de madera y de paredes hechas con ladrillos de adobe. Tenía dos puertas y una ventana de tosca reja, que, como las de aquella época, se abría a escasa altura del suelo. Don Pedro rodeó la vivienda con un cerco de gruesos pilares blanqueados y sobre el frente que daba a lo que es hoy la calle Pavón, construyó varios palenques y un molinete que servía de acceso al corredor de la pulpería. El rancho fue dividido en dos partes, una pequeña que el vasco y su esposa utilizaban como habitación dormitorio y la otra más amplia, para pulpería propiamente dicha. Al principio esta fue muy precaria y lastimosa, pues la componían un mostrador con enrejado, dos o tres mesas ordinarias, algunos bancos y la estantería donde se alineaban las botellas de bebidas especialmente de caña, agua ardiente y ginebra».
Poco tardó el humilde boliche en transformarse en el lugar obligado de cita de todos los lecheros, reseros, carreros y viajeros que pasaban por el camino real constituido por aquel entonces, como decimos, por lo que es hoy la Avenida Pavón.
A esa época, un tanto lejana de nosotros se remonta el origen del nombre de La Mosca, con que se había designado a ese tranquilo retiro del viajero; sobre la causa generatriz del mismo existen diversas opiniones sin que hayamos podido establecer, a pesar de nuestras insistentes investigaciones, cuál es la mas exacta. Una de ellas es la que atribuye al hecho de que la enorme concurrencia que constantemente afluía a la pulpería de Don Pedro, había creado para él mismo la frase de que acudía la gente «como mosca»; otra de las suposiciones es de por cierto que el nombre de La Mosca tiene su origen en la pequeña barbilla recortada que suele llamarse mosca y que ostentaba el dueño del negocio. Pero la que nos inclinamos a suponer con más fundamento, es un hábito que tenía Don Pedro, en virtud de la enorme concurrencia que continuamente le llenaba su comercio, de pedir al servir la bebida o las mercaderías que le solicitaban, «la mosca», que en lenguaje popular quería decir el importe del consumo. De todas maneras sea una u otra la causa de esta designación tan original, lo cierto es que por aquel entonces se le comenzó a llamar La Mosca y hoy a los 80 años de su fundación, aún llamamos así a este progresista núcleo formado de Villa Porvenir. Por su parte, los hermanos Antonio y Manuel Pérez, sucesores del señor Sansat, fueron los que por primera vez colocaron un gran cartel con el nombre de Almacén «La Mosca», teniendo aquel una enorme pintada para llamar la atención de los transeúntes.
La señora Ernestina Sansat de Ferreiro, hija de Don Pedro Sansat, nacida en la primitiva pulpería que fundara su padre, en una entrevista nos ha facilitado gentilmente algunas referencias relacionadas con las costumbres de aquella época, que no reproducimos por no extender este comentario, sin embargo, entre los recuerdos que nos ocupan, la señora Sansat, nos decía con referencia a las familias de aquella época: «Sólo puedo decirle que no había mucho que nombrar, pues toda la población de aquel entonces se hallaba representada por el rancho del viejo Rotelo, en el terreno que hoy es propiedad de los señores Pinasco y Cignarella, un reducido núcleo poblado en los alrededores del lugar denominado «El Gas», la antigua chanchería de Don Luis Bonomino, que se hallaba establecida en el lugar donde hoy se encuentran las cristalerías Papini, y el rancho de Piombo, en la zona poblada de las proximidades de la Estación de Gerli, donde se hallaba hasta hace muy poco tiempo, la cancha de foot ball del Club El Porvenir, luego por un largo trecho había solo campos abandonados y bañados. El edificio donde hoy se encuentra la escuela Nº 28 era un caserón, sin puertas ni ventanas, refugio de malhechores y gente de mal vivir, sin embargo, a pesar de las reformas de las que ha sido objeto y de la noble misión de la cultura y educación que hoy cumple, el edificio conserva en líneas generales las características de aquel entonces ya lejano, solo un tanto deformados por el muro que los rodea, que era antes un simple enrejado con pilares.
Hemos descrito del modo mas fiel que nos ha sido posible lo que era La Mosca, en sus comienzos inseguros y lejanos, corresponde ahora siquiera mencionar algunos de los rasgos que constituyen su situación actual. La Mosca en la actualidad cuenta con un nutrido núcleo de población y se puede afirmar que no ha quedado ni un solo trecho de su gran extensión sin su correspondiente edificio.
La avenida Pavón es hoy una poderosa vía de comunicación; pasan por ella las líneas 102, 103, 104, 105 y 106 de los tranvías Eléctricos del Sud, la línea Nº 11 de los ómnibus del Puerto. las líneas 4, 5 y 6 de los Ómnibus de la S.A.T.I.A. y transita además un enorme caudal de autos, carros y camiones de todas clases que la convierten en un verdadero río de tránsito para capital y provincia.
Cuenta La Mosca con tres importantes salas de espectáculos públicos, el cine-teatro Madrid, el cine-teatro El Porvenir y el Salón Imperio, que constituyen el punto de concertación de las familias de la localidad y alrededores. Cuenta además con numerosos establecimientos industriales y comerciales, el aserradero y fábrica de cajones de los señores José y Juan Ferrario, las cristalerías Papini, la fábrica de tejidos de Gerli, la mueblería de los señores Santos hermanos, el gran depósito de cereales de Tetamanti, y un infinito número de pequeños establecimientos de toda índole que la convierten en un verdadero emporio de riqueza y producción.
Además desarrolla sus nobles actividades un crecido número de instituciones de cultura y beneficencia, entre las que no podemos dejar de nombrar la Cooperadora de la Escuela Nocturna Nº 66, cuyos cursos para adultos sirven para contrarrestar la acción nefasta del ambiente callejero, la Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después del Trabajo, universidad popular en pequeño que realiza una acción digna del mayor estímulo, la Sala de Primeros Auxilios Pablo Spínola, en la que han hallado un lugar digno para actuar las personas cuya generosidad se haya impulsada al amor a la humanidad, y el Club El Porvenir, en el que se reúnen los hombres amantes del deporte sano y de los apasionamientos footballísticos. Esta última institución tiene cancha propia y es una de las más queridas por su carácter y por el sólido arraigo que ha adquirido en los años que lleva de actuación.
Vale decir en una palabra, que los campos desolados cuya única actividad la constituían el galopar de los caballos de los reseros y lecheros, el chirriar de las ruedas de las carretas, la canción de los carreteros, el trinar de los pájaros en los árboles diseminados en la vasta llanura, y el croar de las ranas en los pantanos; hoy se ha transformado en un populoso barrio obrero, en el que la nota simpática de una belleza femenina pone en sus calles una pincelada de vida en el ajetreo fabril de los egoísmos comerciales, y en el que el hormigueo infantil de los niños en las proximidades de las escuelas, pone en el alma de los de los transeúntes un poco de esa sana alegría que respira la infancia con su volar de palomas blancas y sus risas rumorosas de inocencia y de candor.
Esa es La mosca de hoy, que no soñaran jamás sus fundadores pero que no por eso deja de ser una bella y prometedora realidad

Acerca de Hernán Bravo

Director y fundador del periódico La Voz de Piñeiro desde 2003. Técnico superior en Periodismo egresado de TEA en 1998.

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Un comentario en «LOS ORÍGENES DE LA MOSCA»

  1. Es muy valioso el aporte de esta nota, como estudiante de la carrera de turismo de la UNDAV, me sirve para contar la historia del barrio. Solo falto (a mi entender) aclarar que funciona alli el destacamento de bomberos voluntarios que conserva el cartel de la mosca en su fachada. Aun no me queda claro la fecha que este destacamente se instalo alli y que paso con la mosca

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