LA MASACRE DE TAMET EN PIÑEIRO

La madrugada del martes 4 de enero de 1977 fue calurosa. Muchos vecinos combatían el calor en las puertas de sus casas sobre la calle Rosetti entre Aldecoa y Diaz en la barriada de Piñeiro del fabril Partido de Avellaneda. Otros aprovechaban las vacaciones y hacían sobremesa al aire libre en el Club Regatas a pocos metros de la zona. La monotonía de la noche se quebró de repente y los presentes recordaron el horror que se vivía en el país.

Personal del ejército y de la policía bajaron de los vehículos que los trasladaban y a los gritos hicieron meter a la gente adentro de sus casas. Se ayudaban con las puntas de sus armas cortas y largas. “Recuerdo esa noche, tenía 7 años y me shockeó, estábamos de unos amigos y desde la calle se escuchaban gritos ordenando que apaguemos las luces de las casas, por la edad no entendía qué era lo que sucedía, pero jamás me lo borré de la mente”, relata Andrés Sorrento décadas después.

“Yo tenía 13 años y me acuerdo perfectamente de esa noche. Estaba con mis viejos y un grupo de gente cenando en el club de Regatas y de repente se sintieron tiros en medio del silencio habitual del barrio a esa hora. Quedamos todos paralizados y al rato cuando empezamos a reaccionar, ante las preguntas de los chicos los adultos respondieron de la manera en que lamentablemente se acostumbraba: debían ser ladrones o terroristas, que mejor ni enterarse y otras cosas por el estilo”, dice Eduardo Cornelli.

La oscuridad se apoderó entonces del largo paredón de los Talleres Metalúrgicos San Martín (TAMET) sobre la empedrada calle Rosetti, una empresa metalúrgica que fue la más grande de Sudamérica.  Mientras los hombres de las fuerzas represivas realizaban la tarea de despejar la calle de testigos  molestos, los vehículos se apostaban en las esquinas creando una ratonera.

“Yo estaba con mi viejo en la esquina de Rosetti y Díaz, frente al conventillo de Mangiamorti, en la puerta de la carpintería que había justo en la esquina. Estábamos parados en la ochava, en la puerta, charlando con el dueño de esa casa. Y aparecen unos camiones y veo gente correr ahí por Rosetti, a unos treinta o cuarenta metros mío y unos milicos que aparecen cerca nos gritan: ¡Métanse adentro, vamos! Y nosotros nos metimos adentro, ¿qué íbamos a hacer? Pero por la mirilla de esa puerta yo vi lo que pasó. Habían soltado a unos jóvenes que habían traído en un camión allá en la esquina de Rosetti y Aldecoa, los pibes corrieron para acá pero de este lado ya había otros milicos que les cerraron el paso y les empezaron a tirar con todo, cuando estaban sobre el paredón de la Tamet”, relató Osvaldo Lofrede.

A veces la curiosidad puede más que el miedo. Lofrede no fue el único testigo oculto. “Estaba trabajando en mi taller porque tenía que entregar un trabajo al otro día, sin falta. Escuché ruidos en la calle y tal vez ya algún tiro, en esos segundos no me di cuenta del peligro porque en vez de refugiarme, salí a la vereda. Y apenas salgo, un policía que me enfrenta y me dice: ¡Métase adentro! ¡Adentro! Y yo entré pero subí y desde la ventana de arriba seguí mirando. ¿Ve ahí en esa canaleta? Ahí remataron a la piba ésa. Justo ahí. En la esquina con Díaz había un patrullero, cerrando el paso de los que soltaron desde Aldecoa. Serían cinco o seis”, asegura Luis Aveyra, otro testigo presencial de los hechos.

Rafael Barone estaba detenido en la comisaría 2ª de Piñeiro por un delito común cuando ingresaron a esa dependencia policial un grupo de jóvenes en carácter de detenidos. Los presos comunes fueron liberados y él volvió para su casa, casualmente ubicada en Rosetti y Díaz, donde más tarde escucharía los gritos y el tiroteo. «Tiren, tiren hijos de puta, que ya las van a pagar, gritó una de las pibas y comenzaron los tiros sobre el paredón», cuenta Barone. «Eran los mismos pibes que unas horas antes habían metido en la comisaría y a una de las pibas que todavía estaba viva la remataron”, asegura Barone.

«A los cinco cuerpos los tiraron en un camión jaula que tenía un cartel que decía Sustancias Alimenticias, lo vi, dio la vuelta en u frente a mi casa. No me olvidé más de esa noche. Fue tremendo», asegura, años después, Aldo Giordano, otro vecino testigo de los hechos., que ese día venía de jugar al fútbol en la canchita de la Sociedad de Fomento de Francisco Pienovi.

Los cuerpos fueron enterrados horas más tarde como NN en el sector 134 del cementerio municipal de Avellaneda, este sector era una fosa común utilizada por la dictadura. Los asesinatos fueron presentados a la población por el comando de la Zona 1 a través de un estereotipado comunicado de prensa oficial publicado en los medios gráficos nacionales. «Siendo aproximadamente la 01.45 mientras las fuerzas legales realizaban un patrullaje sorprendieron a un grupo de personas de ambos sexos en actitudes sospechosas en la calle Rosetti entre Aldiocoa (SIC) y Coronel Díaz de la localidad de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Al intentar identificarlos, los delincuentes subversivos enfrentaron a las fuerzas del orden con armas de fuego, generándose por tal motivo un intenso tiroteo. Como consecuencia del mismo fueron abatidos cinco delincuentes subversivos, tres hombres y dos mujeres, cuya identidad se procura. En poder de los mismos se encontraron tres revólveres y dos pistolas de distinto calibre, gran cantidad de panfletos subversivos y envases de pintura en aerosol que los delincuentes tenían para pintar leyendas alusivas a la banda mencionada en paredes cercanas al lugar de los hechos. En las Fuerzas Legales, un oficial recibió heridas de carácter reservado». «Todo mentira, –dice Giordano- la policía escribió en las paredes frente al paredón, cosas como viva Perón y Montoneros después de que los habían fusilado».

El barrio no fue el mismo. La sangre derramada y girones de carne de los cuerpos cocidos a balazos regaron baldosas y adoquines. Los usuarios de la feria franca que se montaba sobre Rosetti los sábados por la mañana fueron testigos de las consecuencias de los balazos que habían escuchado unos días antes. El paredón acribillado y lo demás. El tiempo, la lluvia y los perros borraron las huellas pero no la memoria.

El titular de la comisaría 2ª era el comisario José Santiago Rodríguez y estuvo a cargo de la misma desde junio de 1976 hasta el 9 de diciembre de 1977. La comisaría estaba ubicada a unas pocas cuadras de los hechos, precisamente en la avenida Rivadavia 186. Por su parte,  Rodríguez había prestado funciones en la Brigada de Investigaciones de Lanús, ubicada en la calle 12 de octubre 234 y en la que funcionó el Centro Clandestino de Detención denominado El Infierno. Luego Rodriguez trabajó en la comisaría 8ª de La Plata, donde también funcionó otro Centro Clandestino de detención. Según, el informe Nunca Más, realizado por la Conadep, Rodríguez fue alcanzado por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

En los libros del Cementerio se acredita el ingreso de los 5 cuerpos de los asesinados en la calle Rosetti el 4 de Enero de 1977. Se afirma en los mismos que pertenecían a dos hombres y tres mujeres. También registra que fueron inhumados en esa necrópolis y puntualmente en el sector Morgue, es decir, en el Sector 134 bajo las actas de defunción con el número 32,33,34,35 y 36 que se encuentran en el registro civil local. De las mismas, se desprende que el médico que certifica las muertes es el doctor Roberto Luis Cafferata.  El médico certifica que murieron por una hemorragia interna aguda; no menciona balas ni heridas. Se asegura que se ignoran nombres, domicilios y cualquier otro dato de los fallecidos y que intervino la Comisaría 2º. Finalmente, al pie de cada acta hay una descripción de cada víctima; sexo, altura, peso y un detalle de la ropa que vestía cada uno y sus edades aproximadas: todos veinteañeros salvo una de las muchachas de la que sugieren que podría tener 35 años.

El denunciante de los hechos fue Carlos Ricardo Szenasi que manifiesta domiciliarse en B. Rivadavía 186. Szenasi era policía de la 2ª y fue exonerado de la policía de la Provincia de Buenos Aires el 29 de septiembre de 2004 cuando se desempeñaba como comisario inspector de la Policía departamental de San Isidro. El decreto de pase a retiro firmado por el entonces Ministro de Seguridad, León Arslanián, argumentaba la medida: falta de eficacia en el desempeño y por estar involucrados en causas penales. Consecuencia de la impunidad. El Intendente de Avellaneda era el coronel retirado del Ejército Carlos D´Elia, del arma de Caballería, formado en Campo de Mayo.

Con la identificación de el último de los cuerpos en 2015, el Equipo de Argentino de Antropología Forense (EAAF) dio a conocer a La Voz de Piñeiro los nombres de todas las víctimas asesinadas en el paredón de Rosetti. Se trataba de hombres y mujeres que habían sido vistos en el Centro Clandestino de Detención Brigada Güemes, ubicado en La Matanza y a cargo de la policía de la Provincia de Buenos Aires, cuyo responsable era el comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz.

Se trataba de las siguientes personas:

Ana María Woichejosky fue secuestrada en la plaza San Martin de la Capital Federal el 7 de noviembre de 1976 a los 43 años de edad. Trabajaba como artesana y vivía en San Telmo. Sus restos en fueron identificados en diciembre de  2009 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Fue asesinado en la madrugada del 4 de enero de 1977 en este paredón de Rosetti, entre Aldecoca y Díaz. Militaba en el Frente Revolucionario 17 de octubre.

María Cristina Lanzillotto fue secuestrada en Pergamino, provincia de Buenos  Aires, el 17 de noviembre de 1976 a los 29 años de edad. Sus restos fueron identificados en febrero de 2006 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. María Cristina había nacido en La Rioja y fue asesinada en la madrugada del 4 de enero de 1977 en este paredón de Rosetti, entre Aldecoca y Díaz. Militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo.

Carlos Benjamín Santillán fue secuestrado en Pergamino, provincia de Buenos  Aires, el 17 de noviembre de 1976 a los 31 años de edad. Sus restos en fueron identificados en diciembre de  2009 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Carlos  había nacido en Santiago del Estero y fue asesinado en la madrugada del 4 de enero de 1977 en este paredón de Rosetti, entre Aldecoca y Díaz. Militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo.

Julio Di Gangi fue secuestrado en Pergamino, provincia de Buenos Aires,  el 25 de octubre de 1976 en Pergamino, provincia de Buenos Aires, a los 34 años de edad.  Sus restos en fueron identificados en diciembre de  2015 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Julio  había nacido en Pergamino y fue asesinado en la madrugada del 4 de enero de 1977 en este paredón de Rosetti, entre Aldecoca y Díaz. Era peronista y representante gremial del Sindicato del Mosaico.

María Inés Assales fue secuestrada en la Capital Federal  entre el 22 y el 23 de agosto de 1976 a los 23 años de edad. Sus restos en fueron identificados en marzo de  2010 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. María Inés  había nacido en Córdoba y fue asesinada en la madrugada del 4 de enero de 1977 en este paredón de Rosetti, entre Aldecoca y Díaz. Militaba en la Organización Comunista Poder Obrero.

Acerca de Hernán Bravo

Director y fundador del periódico La Voz de Piñeiro desde 2003. Técnico superior en Periodismo egresado de TEA en 1998.

Ver todas las entradas de Hernán Bravo →

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *